La primera visita: ¡fuera miedos!

Cuando una pareja se plantea tener un hijo mediante reproducción asistida y pide cita para su primera consulta, es normal que le asalten las dudas, e incluso miedos. Cualquier situación novedosa provoca cierto recelo. Pero se trata de temores infundados.

La primera visita: ¡fuera miedos!

La realidad es que la pareja, cuando acude a consulta, lo hace desde una situación personal de desgaste psicológico y emocional, puesto que lleva largo tiempo buscando el embarazo sin conseguirlo: algo aparentemente tan sencillo como formar una familia –que lo hacen la mayoría de las personas–, a ellos les supone una barrera infranqueable… La pareja llega con el sufrimiento y la importante carga de estrés que le provoca la imposibilidad de tener un hijo.

Con ese antecedente, los dos miembros de la pareja se cuestionan si realmente lo podrán conseguir mediante la reproducción asistida; si ésta es la alternativa definitiva que les ayudará a ser padres.

Por otro lado, el propio desconocimiento de las pruebas concretas a las que les van a someter y del tratamiento recomendado para su caso, de si son o no dolorosos o si implican o no algún tipo de riesgo, o de efecto secundario importante, etcétera, es también caldo de cultivo para la preocupación. Por no hablar de la mala prensa que de por sí tienen los tratamientos hormonales que a veces se aplican durante el proceso para mejorar los resultados.

Finalmente, puede aparecer uno de los mayores temores: el de no tener la certeza absoluta de si se conseguirá el embarazo después de todo el esfuerzo invertido en el tratamiento, tanto a nivel económico como personal y psicológico.

ANTÍDOTO CONTRA TEMORES

Ante todo ese cúmulo de desazón y preocupaciones, se debe imponer el sentido común y la calma que infunde la ciencia. El primer nacimiento exitoso a partir de una técnica de reproducción asistida, en concreto la fecundación in vitro, sucedió hace 40 años con el nacimiento de Louise Brown, la primera niña probeta de la historia, en la ciudad inglesa de Oldham.

En aquellos primeros años los procesos médicos para provocar el embarazo en el laboratorio eran farragosos, tediosos, más agresivos…, en cambio ahora las técnicas han evolucionado hacia la simplificación y la búsqueda del bienestar.

A día de hoy, las pruebas que se llevan a cabo son muy tolerables; los tratamientos, prácticamente inocuos; los riesgos, casi inexistentes también, y la pareja, en especial la mujer, que es la parte más afectada por los cambios del tratamiento, puede llevar un ritmo de vida normal sin que tenga que modificar en exceso su día a día.

Desde FIV LABER, nuestra mejor recomendación para quitarse esos miedos es dejarse orientar por el equipo médico de reproducción asistida y seguir sus recomendaciones. En él la pareja puede encontrar el apoyo y la ayuda que precisa para resolver cualquier duda. Se trata de profesionales altamente cualificados y con una larga trayectoria en reproducción asistida, que no dudarán en ponerse en el lugar de sus pacientes para tomar, juntos, la mejor decisión.

Además, en FIV LABER se garantiza que serán atendidos en un ambiente íntimo, donde se cuidan mucho los detalles y donde el paciente es el protagonista de cualquier acción. Si se tiene la suficiente paciencia, se dejan aconsejar y la economía también lo permite, antes o después se puede lograr el ansiado embarazo.

QUÉ SUCEDE EN LA PRIMERA CITA

En el primer día de consulta, el médico especialista en reproducción asistida hace a los dos miembros de la pareja una entrevista clínica para determinar, a través de preguntas concretas, si padecen alguna enfermedad personal o familiar que pueda ser causa de su esterilidad o impedir o dificultar el tratamiento.

Además, en la mujer, también será necesario efectuar una exploración ginecológica y estudiar su reserva ovárica y su capacidad para producir óvulos. Y en el hombre, estudiar su capacidad de producir espermatozoides. Las pruebas para ello son muy sencillas, y consisten en un análisis de sangre y una ecografía, en el caso de la mujer, y un análisis de semen y sangre, en el varón.

Si, posteriormente a estas pruebas iniciales y como resultado de ellas, se observa alguna alteración, se evaluará la posibilidad de hacer pruebas secundarias para profundizar un poco más en los resultados. En el caso, por ejemplo, de que la mujer tenga menos de 38 años y las pruebas en principio hayan salido bien, habría que estudiar la permeabilidad de las trompas de Falopio mediante una radiografía con contraste o histerosalpingografía.

Y en el caso del hombre, si se ve que no hay espermatozoides a partir de la primera prueba, será preciso buscarlos en el testículo mediante biopsia testicular. En cualquiera de estos casos, como se puede comprobar, se trata de procesos totalmente tolerables y asumibles.

Y ahora que ya sabes todo esto, ¿quién dijo “miedo”?